el espectáculo debe continuar

Mientras las cenizas de Notre Dame estaban calientes, con las redes sociales convertidas en un velatorio lleno de plañideras, porque verdaderamente la tragedia merecía los lloros, los multimillonarios de la République salieron como caracoles después de la lluvia, para hacer sus donaciones y así poder reconstruir el centro espiritual e histórico parisino; donaciones que serán conveniente y agradecidamente desgravadas, puede que incluso merezcan una placa en algún muro centenario de la catedral que viera coronar a Napoleon. La noticia corrió como la pólvora y rápidamente supimos que en menos de veinticuatro horas se habían conseguido mil millones de euros para volver a levantar el chauvinismo francés. Yo mismo fui uno de los que me lamenté públicamente, a través de Instagram, por el incendio y la destrucción de un pilar de la cultura y la espiritualidad occidental. Afortunadamente hubo quien me dio pistas para poder reflexionar más allá de esa pérdida.

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Hoy he leído que la cantidad estimada para reconstruir el templo gótico ha sido ampliamente superada y que en un lapso breve de tiempo las obras podrán comenzar. Imagino que será algo que esta sociedad consumista de nuevas emociones (y de lo que sea) aprovechará para poner en marcha un nuevo espectáculo que, por un módico precio para asistir al mismo, deje creernos partícipes del evento aportando un mísero granito de arena que podremos grabar en nuestra memoria con camisetas, llaveros, gorras y demás merchandising. Podremos asistir in situ a la (re)construcción de una catedral, como si fuéramos personajes de algún bestseller de novela histórica. A mí, en este tipo de historias, me queda el consuelo de que, por lo menos, alguien dedicará unos minutos de su vida a la arquitectura, la historia y la cultura, en vez de a la televisión carroñera que, a su vez, sin duda, se hará plaza fuerte en la explanada de Nuestra Señora de París para dar buena cuenta de ello y poder sacar tajada. Por lo tanto, prueba superada en una ciudad hecha a sí misma y dependiente de su propia imagen, la más de las veces falsa e irreal. El espectáculo debe continuar.

Y poco más podría añadir si no fuese porque en la misma noticia se señalaba que en la ciudad de la luz están contabilizadas más de 30.000 personas sin hogar. 30.000 personas que no tienen un sitio donde dormir. 30.000 almas que rezan a su Dios, o a su vida, o quizás a su negra suerte, en la calle, en el suelo, literalmente, y no en la magnífica seo. Notre Dame, como mucho, dio cobijo a un jorobado. El resto de deformados que no cumplen con el modelo establecido de esta sociedad del espectáculo, aunque dicha representación sea el incendio de la propia base espiritual de una cultura, no tienen cabida entre sus muros ennegrecidos. 30.000 personas, numeradas, una a una, que no podrán pagar la entrada para la función, a la que el resto vamos a asistir. 30.000 invisibles que seguirán sufriendo las inclemencias del sistema, mientras un bombier les dice que se aparten para poder seguir apagando los fuegos y excesos de esta sociedad podrida. Monsieur President, ex banquero de inversiones, podrá seguir jugando al monopoly y cobrando las entradas a este cabaret en que hemos convertido nuestro desigual y desequilibrado planeta. Porque ya lo dijo aquel Bourbon, III de Navarra y IV de la France, «París bien vale una misa«.

 

Publicado por Daniel

Ciudadano en alerta de un planeta que estamos aniquilando, en búsqueda permanente, enamorado de la escucha y del inmenso silencio. Todo por escuchar. Lecturas escogidas, siempre.

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