Ayer, este hilo en Twitter, de Emilio Santiago, en donde habla sobre las consecuencias cada vez más ciertas de la extralimitación ecológica, es decir, por dónde va a saltar todo después de que nos hayamos pasado de la raya con el planeta, suscitó un movimiento inusual en WhatsApp con debates y reflexiones en torno al futuro que les depara a las siguientes generaciones. La cuestión es que el doctor Santiago afirma en ese hilo, que desde luego aconsejo leer, que el talón de Aquiles de las barbaridades cometidas con el planeta van a ser el agotamiento de los combustibles líquidos y el propio sistema de transporte del que dependemos en el actual modelo económico y social.

A la contaminación y el calentamiento global, consecuencias directas del uso del petróleo como fuente de energía, se le une la escasez y agotamiento del mismo. Si las dos primeras consecuencias negativas no han producido movimientos globales que desestabilicen el sistema, la escasez del mismo, en definitiva la reducción y desaparición del negocio, va a producir, a buen seguro, movimientos violentos entre los productores del petróleo, consumidores, estados y en definitiva personas.
Claro, si se acaba el crudo, como así está ocurriendo, el problema no va a ser cómo nos vamos a desplazar las personas en nuestros propios ámbitos, con especial incidencia en el rural, claro está, si no qué va a ocurrir con los desplazamientos de productos que se hacen mediante avión, barco o camiones. Por eso es indispensable cambiar nuestro modelo de transporte, desde luego, y dejarse de macro proyectos como el TAV, pero también es vital cambiar nuestro propio modelo de consumo y de alimentación. Tenemos que ser capaces de producir el 100% de lo que vayamos a comer, así de sencillo y de complicado. Los productos kilómetro 0 no son solo la alternativa de unos cuantos ecologistas. Las huertas urbanas no son nada más el pasatiempo de un grupo de hippies. El comercio cercano no es simplemente el modelo de cuatro vecinos comprometidos más o menos con su barrio.
Es evidente que el problema, el gran problema, necesita una gran solución con la que nadie, por ahora, ha dado. Desde mi ignorancia intuyo que la solución comenzaremos a verla cuando seamos capaces de cambiar el sistema capitalista neoliberal que no respeta al planeta ni a las personas, animales y plantas que vivimos en él. Pero mientras tanto podemos seguir trabajando, individual y colectivamente, para cambiar nuestros hábitos y plantar cara a ese sistema impuesto y dañino no dejándonos someter. O intentando que nos someta menos, pero siendo conscientes de ese sometimiento. Debemos afrontar la transición ecológica repensando los 5 ejes básicos de nuestra sociedad: la alimentación, la energía, la economía, la democracia y la educación. Y en cada uno de esos 5 apartados, cada una de nosotras y nosotros, tenemos mucho que decir y hacer, tenemos todo por cambiar.
Una de las personas que mostró su preocupación con los datos ofrecidos en ese hilo fue mi hermano Xabi, que en un signo de paternidad se preguntó qué mundo íbamos a dejar a Amaiur, su hijo. Y creo que la respuesta sigue siendo que intentaremos, de manera individual y ojalá colectiva, dejarle el planeta algo mejor que como nos lo encontramos. Lo tenemos difícil, es verdad, pero tenemos que intentarlo. Y mientras tanto, a Amaiur y su generación tenemos que dejarles el convencimiento de que las cosas se pueden cambiar y que aunque hubo un tiempo en que lo hicimos tremendamente mal con el planeta, nos empezamos a dar cuenta que se podía vivir de manera respetuosa con nuestro entorno y que eso empezaba por un cambio en nuestros propios microsistemas. Un beso.