partimos 

Más allá de desayunar, contestar unos correos, comprobar la batería de la cámara de fotos y tomarme un pintxo de tortilla de patatas con cebolla que se sale de este mundo, cortesía del bar donde la parroquia del barrio, si es que al Ensanche se le puede denominar así, nos juntamos al finalizar la jornada, la mañana ha pasado más lenta de lo normal, como a cámara lenta. Mi parte de Peter Pan, más bien una de ellas, incluye también despertarme muy temprano, más de lo normal, nervioso, la víspera de un viaje. Y así ha sido. Omito la hora real, porque estoy seguro que os daría lástima y no estamos para dar pena a nadie.

Image by Patrick Pilz

Publicar la entrada dedicada a los artículos de Virginia Woolf dedicados a Londres, poner la reseña en Facebook y comenzar a recibir buenos deseos para el fin de semana en la capital inglesa, han sido todo uno. Es una de las cosas que agradezco a las redes sociales, que las personas sacamos nuestra parte más humana, esa que en el cara a cara a veces tarda más en salir. Eskerrik asko!

El caso es que algo más tarde de las 11:00 hemos cargado sendas maletas en el coche y hemos puesto rumbo a Biarritz. Camiones, un Baztan verde, aunque no tanto como hace cuatro semanas, cruzamos la muga con los gendarmes más serios que nunca y tan jóvenes que parecen sacados de una película de Disney con la intención de bailar en cualquier momento. Deja, deja, preferimos que estos no bailen. 25 grados, la brisa marina es fresca y la terraza del bar de Biarritz donde comemos invita a beber dos copas de vino tranquilamente, por mucho que monsieur y madame Durand (así se llamaba la familia del libro de texto de francés) decidiesen hablar tan alto como si estuviesen en su maison de las afueras de Paris. Un té y media siesta en el paseo de la grand plage, una playa a rebosar de parejas adolescentes recién terminadas el instituto, liceo que le llaman ahí, empeñadas en coger el primer moreno de la temporada.

Llevo media hora en el aeropuerto. No ha habido problemas con la maleta, esta vez lo llevaba todo aprendido. Lo que no me esperaba era que el aire acondicionado estuviese estropeado o que hayan decidido hoy poner su granito de arena en contra del cambio climático gastando la energía justa y necesaria. La gota de sudor cae por mi nuca y el señor de enfrente, un surfista veterano que vuelve a la city, tan campante, acostumbrado a los calores de cualquier lugar donde poder subirse en una ola. Retomo la siesta…. Zzzzz… Acabo sentado en el suelo de marmol fresco, en el pasillo de entrada al avión. La gente me mata con la mirada… Siesta. ¡Ahora sí!

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Publicado por Daniel

Ciudadano en alerta de un planeta que estamos aniquilando, en búsqueda permanente, enamorado de la escucha y del inmenso silencio. Todo por escuchar. Lecturas escogidas, siempre.

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