soltando amarras

Pasadas las navidades, por fin, acepté que había llegado a un límite. No seguramente al límite, ni mucho menos, pero sí a un límite en el que no estaba a gusto. Había engordado en los últimos meses cerca de diez kilos y me sentía pesado, cansado y sin ganas y eso a los 43 años era una llamada de atención en toda regla. Mi trabajo estresante, con decenas de reuniones y decisiones que tomar, con la presión de lo que haces o no haces, de si lo haces bien o si lo haces mal, y parte de un grupo humano que a veces me sorprende que aguante las embestidas de la jungla. La casa llena de cosas cada vez más inservibles, la economía personal muchas veces malgastada en tonterías y los fines de semana sin disfrutarlos apenas. Eso era en enero.

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A día de hoy me sorprendo de cómo han cambiado las cosas en mes y medio. He adelgazado casi seis kilos con la ayuda de una dietista, depurando mi cuerpo y empezando a habituarle a una alimentación sana. No es que estuviese gordo, pero la dietista me informó que estaba en sobrepeso I, que es donde empiezan los problemas. Pues ahí sigo, con tesón, llevando una dieta lo más alegre que puedo. Voy recuperando energía. El trabajo sigue con el mismo volumen, pero estoy aprendiendo a priorizar, delegar y decir no. Empiezo a estar más atento de las personas que de los proyectos. Sin personas no hay proyectos. Así de fácil. En la casa ha habido un vuelco importante. Después de tirar, vender y reciclar muchas cosas, me he acostumbrado a limpiar diariamente, y los fines de semana un poco más a fondo, y la casa empieza a ser un espacio en el que estar a gusto, sin miedo a pisar algo, romper cualquier tito. No es que viviese en una pocilga, ni mucho menos, pero había demasiadas cosas fuera de su lugar. Empiezo a estar enamorado del minimalismo. Y reconozco que es el comienzo en este proceso de vivir con solo lo necesario. Los fines de semana aprovecho para leer, pasear, escuchar música, descansar, ir al cine, conversar con los amigos y amigas, estar con mi hermana y hermano y vivir la belleza del descubrimiento diario que hace mi sobrino de 8 meses.

Y llevo 45 días seguidos sentándome en el zafú. A las mañanas y muchos días por la noche. Unos días con más acierto y otros con menos. Siendo consciente, serenando y sintiendo que soy uno, mente y cuerpo, unido a otros.

Esto es marzo y aquí estoy, soltando amarras. Siendo.

Publicado por Daniel

Ciudadano en alerta de un planeta que estamos aniquilando, en búsqueda permanente, enamorado de la escucha y del inmenso silencio. Todo por escuchar. Lecturas escogidas, siempre.

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