
Lunes lunero y salir de casa con una sonrisa en la boca, sintiendo el frescor de la mañana que anuncia un día transparente, mientras encima de tu bici vas silbando un Mikel Urdangarin que no te puedes quitar de la cabeza tras haber escuchado durante todo el fin de semana su último disco, un acústico elegante. Una mañana de puesta al día, de un comienzo de semana prometedor, de ordenar ideas que han surgido en el descanso y los paseos del domingo. Hablar, debatir y contrastar. Compartir y construir. Guardar para mejores momentos y recuperar porque es el día. Lunes de primavera, con unos rayos de sol que empiezan a templar nuestros cuerpos todavía invernales y nuestras emociones aletargadas. El calor tibio de un lunes de abril que, sin darte cuenta, te llena de energía. Voy a mirar el balcón, como todas las primaveras, para acordarme de mi madre y plantar unos geranios. Queda la tarde, después de comer, con un café de cumpleaños.