Pobre Europa, tan llena de podredumbre, tan abandonada y tan desmemoriada. Esos Estados europeos que hoy cierran fronteras y que no hubiesen podido existir si no hubiese sido gracias a las corrientes migratorias. Esos gobiernos europeos que hoy abandonan en el erial más farragoso a miles de personas en el desastre humanitario más terrible de las últimas décadas. Hasta hace unos meses a estos países les bastaba con volver la cabeza para no ver las barbaridades de los campos de refugiados en Palestina, en Sahara o en Nigeria, pero ahora, en su propia casa, en nuestra propia casa, no pueden hacerlo, así que su única solución es cerrar las fronteras a cal y canto.

Estos días una opinión recorre las redes sociales pidiendo la retirada de la bandera europea como muestra de protesta y en desacuerdo con las decisiones que se están tomando en las instituciones europeas. Como medida de protesta e imagen de la misma puede estar bien, pero mucho me temo que la respuesta tendrá que ser algo más profunda que una acción efectista. Corremos el riesgo de quedarnos en la política de las demagogias y el populismo, sin siquiera habernos asomado al fondo de la cuestión. Podemos retirar todas las banderas europeas sin que esta política criminal e inhumana se mueva un ápice. Y el día que abran las fronteras, de manera ordenada, a cuenta gotas, me imagino que volveremos a ponerla, sin darnos cuenta que el problema sigue estando presente en toda su dimensión. Porque yo no estoy de acuerdo con este modelo político que nos han impuesto en Europa, un modelo al servicio de las multinacionales, la banca, los intereses económicos, en definitiva, del capital.
Somos la ciudadanía europea la que tenemos que salir a la calle para hacer de esta vieja Europa un lugar donde los intereses humanos, los derechos de las personas sean la base de un modelo solidario, enriquecedor y defensor de la cultura, el pensamiento, las oportunidades, la igualdad, la decisión y la libertad. Hasta que no seamos capaces de ver eso no podremos hacer más que protestar, de manera muy visible si queremos, pero nada más que eso, pataletas. Si la historia de Europa está plagada de mujeres y hombres que creyeron en la libertad humana, ¿por qué ahora no somos siquiera capaces de ver que la solución puede estar en nuestras manos? ¿Por qué seguimos enfadándonos sin hacer nada?

En toda esta situación hay responsabilidades. Algunas son muy directas. Las políticas criminales de los Estados europeos son la causa principal de este desastre. Y esas políticas pueden llevarse adelante porque ha habido personas, vecinas y vecinos nuestros, que han depositado su confianza en partidos cuyo modelo es la actual Europa. Aquí, en nuestra casa, PP, UPN y PSN-PSOE, tienen responsabilidad directa en todo esto. Pero no nos engañemos, nuestra incapacidad para construir otro modelo es otra de las causas. Y en esto creo que es totalmente necesario hacer una autocrítica desde la izquierda europea. Nos arrasaron. Nos han engullido. Tímidamente hemos empezado a levantar la cabeza. Hagámoslo con decisión, organicémonos, construyamos la nueva Europa, la Europa de los pueblos, la Europa de las personas, de todas ellas, independientemente de su lugar de nacimiento. Es hora de abrir las fronteras, pero para hacerlo, necesitamos abrir los ojos.