Que quede claro, desde el principio, que soy de los que respeto absolutamente las creencias, sensibilidades y opiniones del resto de personas. Creo que esto debe ser la base para cualquier actuación, sobre todo si esta se da en el ámbito institucional.
Hoy el Diario de Cordovilla nos ilustra con la noticia, a media página, de la preparación de la imagen de la Dolorosa para la Semana Santa. Entre esos ritos está el cambiarle el traje que la figura lleva durante el año, para ponerle un vestido más solemne y el velo bordado que lleva cuando la imagen es colocada en el paso procesional. Hasta ahí ninguna objeción, pues cada cual expresa sus creencias, ritos y sentimientos como bien le parece, siempre que estas actuaciones no supongan una imposición a nadie. Hay quien saca una Virgen para dar una vuelta por las calles de Iruñea, hay quien se viste de una manera concreta para sacar a Olentzero, algunos nos ponemos un pañuelo rojo durante 9 días para celebrar las fiestas de Iruñea y otros se disfrazan en carnavales.
Hasta ahí poco que decir, más allá de compartir esos ritos u observarlos desde la distancia y la reserva. Lo que no me parece normal, ni mucho menos, es que a ese rito de cambiar el vestido a una imagen religiosa tengan que participar concejalas del Ayuntamiento iruindarra. Y digo concejalas porque hasta el año pasado el propio Ayuntamiento cursaba una invitación oficial, exclusivamente, a las ediles mujeres para participar en dicho acto. No es normal que un o una representante institucional de la ciudadanía participe, en calidad de esa representación, en semejante acto. Porque eso es un rito religioso, de una religión concreta, por mucho que la talla de madera sea propiedad del Ayuntamiento. En pleno siglo XXI eso es totalmente anacrónico y desde luego poco entendible. Si a eso le unimos la actitud de que solo las mujeres concejalas pueden participar en dicho número, aparte de anacrónico, se me antoja machista. Que un periódico critique la ausencia de la concejala delegada de Cultura en semejante acto es señal de que algunos, todavía, viven en la Edad Media. Las mujeres y hombres que quieran participar en un acto de esas características lo deberían hacer en calidad de creyentes, o de ciudadanos, pero nunca en calidad de concejalas.
Queda mucho por avanzar en la separación de poderes y en la laicidad de las representaciones institucionales. En ello estamos.