Si en algo se ha caracterizado el Régimen ha sido en fabricar su propia realidad, a su gusto, y extenderla por todos los rincones de Navarra. Para ello han contado siempre, a base de talonario, con la colaboración de diferentes medios de comunicación y, no lo olvidemos, algunos periodistas que, de forma entusiasta, se han dedicado a ser los voceros oficiales de ese buen pagador que era y es el Régimen. Para ello no han dudado en emplear todas las tácticas posibles y una de esas tácticas ha sido la de repetir y repetir hasta la saciedad una idea para que quedase en el subconsciente de el mayor número de personas posible. Así, los abertzales de Iruñea no queremos nuestra propia ciudad, desconocemos su historia y la ensuciamos con cada cosa que hacemos. Las gentes de izquierdas somos protestones y solo nos mueven las dinámicas en contra de algo. El euskera es una lengua que los partidos abertzales nos empeñamos en imponer por la fuerza a gente que no la quiere y así con diferentes ideas que machacan insistentemente, día a día.
La realidad es que a la gente que somos abertzales nos gusta nuestra ciudad, pero no nos gusta la ciudad gris y con ciudadanía de primera y segunda que el Régimen había construido para si mismo. La historia de Iruñea ha sido sistemáticamente tergiversada, manipulada y ocultada por el Régimen, porque esa historia nos habla de la capital de un estado soberano, de unos habitantes controlados por los conquistadores y de un movimiento social y político que no interesa que se conozca. La suciedad que más nos molesta es la de la podredumbre ética, moral y democrática que se cobijaba en despachos, sacristías, rotativas y cuartelillos, pero esa suciedad no es tan fácil de limpiar con una simple barredora. Las gentes de izquierdas protestamos porque no nos gusta lo que hay, lo que vemos, lo que tenemos, y porque queremos un lugar para vivir, para convivir mucho mejor del que existe, para nosotras y nosotros y para todas las personas del mundo, por eso nos ponemos detrás de la pancarta contra las guerras, las violaciones, los EREs, las especulaciones, la corrupción y las prohibiciones. Pero también participamos en dinámicas que crean nuevos proyectos que ponen su granito de arena para que este mundo sea un poco mejor. Son pequeños y grandes auzolanes que limpian las riberas de los ríos, que apoyan la escuela pública de calidad, que desentierran nuestra memoria de las cunetas, que trabajan por un modelo festivo más popular, que lucha por los derechos de las mujeres, que carga camiones de ropa para los refugiados o que paraliza desahucios a pie de calle. Somos la gente que está orgullosa de vivir en una ciudad con dos lenguas, que cree en esa riqueza y que la ve como una oportunidad para las relaciones, para la convivencia y para la sinergia. Esa es la gente a la que yo pertenezco, con nuestras miserias y sobre todo con nuestra ilusión, una ilusión que por mucho que los tristes señores del Régimen viviesen siglos y siglos no podrían conocer en toda su existencia.
Y frente a esta auténtica maravilla, frente a este poder imparable de las personas felices y alegres, la amargura del Régimen trata de paralizarlo todo con sus mentiras, sus manipulaciones y sus engaños. No se dan cuenta que, por mucho que den la orden de manipular hasta en los titulares de su panfleto, ni el engaño, ni la mentira ni la manipulación pueden hacer ganar a una ciudad. Porque de eso se trata, de que la ciudad gane. Aquí no estamos hablando de ir contra el que piensa diferente al otro. De nada sirve esconder en las páginas de un periódico los aciertos de un Alcalde y los logros de un Ayuntamiento del cambio o exagerar e inventar polémicas falsas y estériles que sigan machacando en la idea principal de lo malos que son los que están gobernando ahora. Aquí de lo que se trata es de que podamos construir, entre todas y todos, una ciudad en donde las vecinas y vecinos, en igualdad de condiciones, podamos convivir y aprovechar las oportunidades que la vida nos da, ayudando y solidarizándonos con quien se le ha negado hasta la más mínima oportunidad. La Justicia tiene que ser algo más que una estatua a las puertas del Ayuntamiento. La Justicia debería ser la base y el objetivo por el cual todas y todos avanzásemos en unión para la construcción de un mundo mejor.
No me gustaría que nadie me recordase como un ser mezquino cuyo único objetivo fuese mi interés particular. Desgraciadamente hay quien se guía exclusivamente por ese interés. Y eso queda en la memoria, en la más cercana y en la de los tiempos. Ellos verán. Mientras tanto, los demás, las demás, sigamos construyendo la nueva Iruñea. ¡Queda mucho por hacer!
Cuentan que esta semana las personas que trabajan en el Diario de Navarra han recibido la orden de titular Pamplona cuando la noticia sea buena y poner Bildu cuando la noticia sea la base para una polémica interesada. Goebels estaría orgulloso de ellos. Me imagino que Mola, también.