Lo sé. Se que el título de esta entrada es todo menos discreta. Igual suena hasta pretenciosa. Pero la verdad es que hoy ha sido uno de esos días en el que lo único que esperas es llegar a casa, ponerte cómodo, descalzarte y tumbarte apenas diez minutos en la cama, con los auriculares enchufados en tus oídos y escuchando, a un nivel lo suficientemente alto como para que te inunde interiormente y a la vez no te joda los tímpanos, esta puta maravilla de música. Y así, con los ojos cerrados, sentir que sigues vivo, que los egos que hay alrededor no son en absoluto importantes, notar el nudo en la garganta mientras las apesadumbradas notas van deslizándose en el teclado, siendo consciente de tu respiración, que poco a poco va apaciguándose y dejarte hacer por la música, liberando la resistencia que has ido acumulando en las últimas horas y conforme la música avanza, acelerando e intensificándose, dejarte llevar del todo, dejándote follar mientras sonríes y te das cuenta que hasta en las partituras más desquiciadas hay un lugar para todas las notas. El orgasmo ha sido absolutamente liberador, como casi todos, pero es que, en esta ocasión, ha conseguido que las idioteces del día se hayan quedado en miserias sin importancia. Follado y liberado no he podido evitar gritar ¡qué os jodan!