Volvemos hacia Iruñea con el sentimiento de que entre todas las personas que hemos acudido a las manifestaciones de Bilbo y Baiona, más las que no han podido estar, somos y seremos capaces de mover esta piedra llamada dispersión. Tras comer en Agurain, precioso pueblo jacobeo, hemos llegado a Bilbo sobre las cuatro pasadas. Un café, un té y camino a la calle Autonomía, esa calle que año tras año se convierte en la autopista de la solidaridad con las presas y presos vascos. Eran las cinco de la tarde y miles de personas esperaban el comienzo de la manifestación. Joseba ha recibido múltiples saludos y el cariño de gente orgullosa de que la persona que ostenta la Alcaldía de Iruñea se una al clamor de la mayoría social de Euskal Herria.
Finalmente, pasadas las cinco y media, ha salido la movilización, encabezada por las camionetas que cada fin de semana lleva a familiares a las cárceles más alejadas recibiendo el aplauso unánime de las personas que nos encontrábamos a los lados de la calle. Tras ellos cientos de familiares, padres, madres, hermanos, hermanas, compañeras y compañeros, hijas e hijos, amigas y amigos, de los 397 presos y presas dispersados en 70 cárceles fuera de Euskal Herria. El cariño demostrado hacia ellos y ellas es, sin duda, la demostración de que este Pueblo está y va a seguir estando unido para traer a todos y cada uno de los presos y presas a casa. Ha sido una manifestación que ha ocupado las calles principales de Bilbo y de Baiona. Porque ese ha sido el mensaje final que han trasladado desde las escalinatas del Ayuntamiento bilbotarra: «Hay que remar todos juntos y en la misma dirección, en defensa de los derechos humanos de las presas y presos políticos vascos».
Volvemos a Iruñea con la esperanza y la determinación de seguir trabajando para que esta haya sido la última manifestación para exigir al unísono EUSKAL PRESOAK ETXERA!