por un momento fueron libres

Hoy una escena de una película en favor de la libertad, contra el sistema penitenciario, a favor de los derechos de las personas presas y con una música que se mece como la brisa. Una escena preciosa de Cadena perpetua, dirigida en 1994 por Frank Darabont, con música de Mozart. Vamos allá.

La película cuenta básicamente la historia de amistad de dos hombres en una prisión, uno acusado falsamente de la muerte de su esposa y el otro el jefe del contrabando interno de la cárcel. Entre medio un caso de corrupción y blanqueo de dinero, las duras condiciones de la vida en un presidio y la violencia del sistema penitenciario.

Andy, que es el protagonista (interpretado por Tim Robbins), tras pasarlas bastante jodidas en los primeros años de su condena, debido a su buena actitud es destinado como encargado de la biblioteca, iniciando una campaña para recibir fondos del Senado con los que poder adquirir más libros para la cárcel. El caso es que el bueno de Andy se encuentra en el despacho del Alcaide limpiando y mientras un guardia entra al baño aprovecha para poner en el tocadiscos Las bodas de Fígaro, de Wolfgang Amadeus Mozart. Y de perdidos al mar, así que encierra al guardia en el retrete, cierra el despacho y enchufa los altavoces de la prisión mientras suena el duettino Sull’aria de dicha ópera. La escena del patio lleno de presos deteniéndose mientras suenan las bellas voces de esas dos mujeres es de las que hacen historia. El tiempo parece detenerse y las mentes y pensamientos de los condenados vuelan libremente más allá de los muros que los encierran. La voz de su amigo Ellis Boyd «Red» Redding (Morgan Freeman) dice aquello de «no tengo ni puñetera idea de lo qué cantaban esas mujeres, ni quiero saberlo, pero me imagino que era algo demasiado bonito como para poder decirlo con palabras». Y se arma una buena. Y al pobre de Andy lo meten en el hoyo dos semanas…

Lo curioso es que el duettino que cantan en realidad la condesa de Almaviva y su sirvienta Susanna nada tiene que ver con la libertad. Es más, es la carta que escriben al conde para hacerle creer que tiene una cita, como trampa para exponer su infidelidad. La letra dice lo siguiente (traducida):

Cancioncita sobre la brisa
Qué suave cefirito
esta tarde soplará
bajo los pinos del bosquecillo.
Y él ya el resto entenderá.

Le nozze di Figaro es una de las óperas más famosas de Mozart, y de las más importantes de la historia de la música, y fue compuesta entre 1785 y 1786, año de su estreno en Viena. La historia, que se desarrolla en Sevilla, nos cuenta los preparativos de la boda de Susanna y Fígaro, sirvientes de los condes de Almaviva, los líos del conde para seducir a Susanna y el plan de la condesa para desenmascarar las infidelidades de su marido. Una ópera preciosa, con muchos pasajes memorables. Os dejo la escena de la carta, el duettino (o pequeño dueto) que aparece en la película comentada. Es, por cierto, una representación impresionante, dirigida por Solti e interpretada por Popp y Janowitz en la Ópera Garnier de Paris en 1980, por eso la imagen es un poco antigua. Pero merece la pena.

Entre las versiones completas de la obra hay varias que merecen la pena. Yo me quedo con dos. La primera dirigida por Charles Mackerras en 1994, una grabación perfecta, y la segunda dirigida por René Jacobs en 2013, una grabación terriblemente fresca.

Publicado por Daniel

Ciudadano en alerta de un planeta que estamos aniquilando, en búsqueda permanente, enamorado de la escucha y del inmenso silencio. Todo por escuchar. Lecturas escogidas, siempre.

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