mis sanfermines

Herri sanferminak

Me gusta despertarme a las cinco de la mañana del seis de julio con el estómago lleno de nervios, como si tuviese veinte años menos, intentar dormir de nuevo y descubrir a los diez minutos que estás sonriendo pensando en lo que viene. No me gusta que nadie me diga cuándo tengo que empezar las fiestas, pero lo llevo dentro y lo acato y hasta las doce en punto no me pongo el pañuelico. No me gusta la gente que se pone el pañuelo antes de tiempo o en otro momento del año. Esto es totalmente ridículo, lo asumo, pero no me gusta. Me gusta salir de casa a las nueve de la mañana y ver a gente vestida de blanco, algunos con bolsas de bebida, otros encontrándose con la cuadrilla y me gusta mirar a las ventanas para ver a la gente asomada y sonriendo, pero no suelo ver a nadie. Me gusta colocar la ikurriña, la bandera de Navarra y el Arrano Beltza en los mástiles del local de dantzas, antes del almuerzo, mientras va llegando la gente y me pone de muy mala hostia la noche que algún gilipollas decide romper el mástil y llevarse alguna de ellas. Me gusta el almuerzo de huevos con jamón y tomate a las nueve y media, algo, por otro lado impensable en cualquier otro día del año y no me gusta cuando cae la primera mancha de tomate, algo inevitable y que es eso, precisamente, la primera mancha. Tampoco me gusta la gente que piensa que para divertirse el seis de julio es necesario manchar al de al lado. Definitivamente son imbéciles. Me gusta cuando empiezo a ver a los gaiteros de Baigorri pasando hacia el ayuntamiento antes de las doce. Me gusta cuando queda una hora y te tomas el café tranquilamente y no me gusta la gente que se escaquea de recoger las mesas del almuerzo. Me gustan los críos de mis amigos y amigas que te miran con cara de estáis locos, me gusta cuando encendemos la tele en el sótano y ves que en la plaza hay espacio para la reivindicación. No me gusta la violencia que las diferentes policías utilizan contra parte de esta ciudad para que no llegue la ikurriña a la plaza. Me gusta y emociona cuando unos barbudos cuelgan una enorme ikurriña en las narices de los cortijeros y corruptos del Régimen que ponen cara de no poder creérselo. Ajo y agua. ¡Si no quieres taza, taza y media! Aborrezco cuando esa gente, que se cree dueña y señora de nuestra Iruñea, pretende hacer que pidamos perdón porque un símbolo aceptado y querido por casi la mitad de las y los iruindarras ha hecho acto de presencia en el comienzo de las fiestas. Yo no tengo nada por lo que pedir perdón. Ellos si. Ellos que nos han robado económica, política y sentimentalmente. Me gusta cuando la plaza a rebosar les recuerda lo ladrones que son y les pide que se vayan. Me gusta ponerme el pañuelo a las doce, no cuando a un chiringuitero le apetece tirar el txupinazo. Me gusta la Biribilketa de Gaintza en el zaguán consistorial poco antes de que se abran las puertas del ayuntamiento. Me gusta brindar por todas aquéllas y aquéllos que no pueden estar en Iruñea en fiestas, pero que viven con intensidad y emoción este día y estos momentos desde las cárceles españolas y francesas. No me gusta cuando una Audiencia extranjera pretende prohibir que nos acordemos de ellas y ellos. Me pone los pelos de punta el aplauso unánime a la ikurriña al comienzo del festival de dantzas de la Plaza de los Fueros, me gustan los grupos de dantza de Iruñerria haciendo el saludo a la ikurriña en agintariena y me chiflan las dantzas. Me gusta Larraindantza a las dos y media de la tarde del seis de julio. Me gustan los abrazos y besos del día seis, como si no nos hubiésemos besado nunca, entre el sudor, la emoción, las risas, los primeros bailes. No me gusta, me parte la fiesta y me enerva, enfurece y me da asco cuando algún imbécil decide sacar el machista heteropatriarcal que lleva dentro y agrede verbal o físicamente a una mujer por el mero hecho de ser mujer. No me gusta cuando los del Régimen, que tan molestos se sienten por un símbolo de esta ciudad, asisten impasibles y por lo tanto cómplices a esta vejación de las mujeres. Me gusta cuando las mujeres deciden auto-organizarse y deciden defenderse. Me gusta que algunos hombres las tengamos como modelo de lucha y compromiso. Me gustan la gente que viene de fuera y se adapta a lo que aquí vivimos, intentando hacerse un hueco en esta fiesta, porque hay sitio para todo el mundo. Me disgusta cuando los y las guiris desembarcan como si esto fuese la ciudad sin ley donde todo es posible. Me da asco porque esto es lo que les venden desde algunos despachos del ayuntamiento. Me apasiona cuando le cantan al santo por tres veces en el comienzo del encierro y cada vez se oye más cantar en euskera. Me gusta ver a Xabi corriendo en Santo Domingo, como antes lo hizo Iosu, como los del Cabestro, gente de Iruñea, que no necesitan cámaras ni televisiones para vivir preciosas carreras delante de los toros. Me disgusta ver a gente haciendo el pata delante de los morlacos como si fuesen vacas. Aborrezco las camisetas de colores en el encierro, las camisetas de equipos de fútbol y la gente que para tener 3 segundos de «gloria» necesita distinguirse con colores, cuando en realidad son parte de ese gris del espectáculo mediático.

Me gusta el almuerzo del día siete, medio de resaca y contando la víspera, lo que nos acordamos de ella. Me gusta el vermuth del día de San Fermín. Me gusta ver a mis concejales en la procesión y poder aplaudirles. Me disgusta que algunos se crean que este acto sólo es de ellos. Me gusta El asombro de Damasco y después de oírlo lo tarareo un buen rato. Me gusta la Pamplonesa en las dianas y no me gustan los divinos de las dianas. Me gusta encontrarme con la familia en el vermuth del día siete. Me gusta y me pone los pelos de punta acordarme de la ama ese día riendo, cantando y bailando. Me gusta la comida familiar del siete y me gustan los brindis por quienes ya no están, los cantos, las risas de los nuevos miembros de la familia. Me gusta el comienzo del Te Deum de Charpentier al principio de cada corrida aunque casi nadie sepa que es una melodía del XVII. Me gusta la pitada en sol al alcalde en la plaza de toros el día siete. Me gusta cuando los de sombra, por vez primera, no aplauden. Me gusta la merienda del siete. Me disgustan los anormales que se dedican a tirar de todo desde andanada. Me gusta la salida de las peñas y me encanta salir a mi aire, sin un recorrido fijo, perdiéndome en mi propia fiesta. Me gustan la cervezas con mis tías y tíos. Me gusta encontrarme con una mirada en medio de un bar, rozarnos con los ojos y decir «lo siento» cuando las respectivas cuadrillas deciden cambiar de bar. Me dan náuseas los putos graciosos que tienen que decir algo pretendidamente gracioso a las mujeres que están en nuestro grupo. Me gusta cantar Dolü gabe con la gente de Iparralde, no me gusta cuando los gabachos deciden practicar el rugby en un bar lleno de gente. Me gusta cuando la gente de fuera hace el esfuerzo de pedir en euskera o cuando te dicen agur y no me gusta la gente que viene aquí como si fuesen las tropas del Duque de Alba. Me gusta ver el jai gune de Gora Iruñea lleno de gente a todas horas, me gusta la pequeña victoria popular que eso ha supuesto y no me gusta que alguien se crea que ese es el objetivo, porque tenemos mucho todavía en qué avanzar para que estas fiestas recuperen su caracter popular, participativo, paritario y euskaldun que nunca debieron perder. Me gusta encontrarme con un amigo que está de gaupasa y que me diga con una sonrisa que es que ha ligado, no me gusta el agobio que algunos llevan encima porque no ligan… quizás si no tuviesen ese agobio ligarían algo más. Me gusta la gente del resto de Euskal Herria cuando viene con sus pañuelos de Piratas de Donostia, de comparsas de Bilbo, con los pañuelos de Iparralde y con los de los y las blusas de Gasteiz. Me da bastante asco cuando la gente viene y no respeta, y mea en cualquier sitio como si esto fuera su caseta de ferias. Me gusta la txozna del Oinez y no me gusta que Gora Iruñea y el Oinez estén fuera del espacio festivo mientras las casetas regionales, sin concurso ni nada que se les parezca, están en el cogollo de la fiesta. Me gustan las dianas de txistularis y gaiteros. Me gusta Braulia dando vueltas al son del txistu y no me gusta cuando se cae y se rompe el cuello. Me gustan los zaldikos, las txarangas de las peñas y uno que toca el violín en una esquina… ese, me encanta. Lo siento, no me gustan las batucadas, pero me gusta el Struendo de Iruña. Me gusta la elektrotxaranga y el bailoteo con ella. Me gusta la espontaneidad de la fiesta y aborrezco el programa cerrado. Me gustan los ritos de la fiesta y me disgustan las tradiciones sin sentido. Me emociono con el vermuth familiar del día catorce, con La Dominguera del catorce en la Plaza del Ayuntamiento, me encantan los vermuths que se alargan sin querer, me gusta la foto familiar del catorce y me encanta que mi tío haga como que no le gusta, me gustan los «amigos» de unas horas y me gusta reencontrarme con amigos que no he visto en todas las fiestas, porque estas fiestas son así, para vivirlas en libertad. Me gusta terminar las fiestas cuando a mi me da la gana, sin que me diga nadie desde su púlpito del ayuntamiento, cuándo tengo que terminarlas. Me gusta quedarme con el pañuelo al cuello hasta que llego a casa el último día y me disgustan las lecciones de gente que me dice que me lo tengo que quitar. Me pone frenético la tontería de anudar pañuelos en puertas de iglesias o el ayuntamiento, es más, me parece una imbecilidad. Me gusta llegar a casa el día catorce, o el quince a la mañana, poner una lavadora con la ropa y dormirme pensando que ya falta menos.

Estos son mis sanfermines, incomprensibles, sentidos, incongruentes, difíciles de explicar, ni tampoco lo pretendo. Lo mejor es vivirlos, cada uno a su manera, pero vivirlos desde dentro y dejándote llevar por ellos. Nueve días en 365, pero nueve días que también marcan una manera de vivir la ciudad el resto del año.

Publicado por Daniel

Ciudadano en alerta de un planeta que estamos aniquilando, en búsqueda permanente, enamorado de la escucha y del inmenso silencio. Todo por escuchar. Lecturas escogidas, siempre.

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4 comentarios

  1. Desde luego así son las sombras y luces de las fiestas. Para mí los Sanfermines hace tiempo que dejaron de ser motivo de alegría, excepto el ver a algunos amigos o familiares. Los encierros apasionan, pero las corridas de toros, como dijo Rafael Sánchez-Ferlosio, con los matadores y sus desplantes, son el gesto de la estupidez y la «españolez» (Ferlosio dixit). Por lo demás, hay una fase negra, 1978-2008, de Germán Rodríguez a Nagore Laffage. Y me temo que sigue esa negrura. Sobre todo, cuando muchos hipócritas, que durante el año nos machacan y nos expolian, se ponen la faja y el pañuelo, y se te hacen los simpáticos por las calles. ¡¡No los aguanto!!

    En fin, dejo las palabras de Sánchez-Ferlosio, quien a su vez citaba a Javier Ortiz:
    «El periodista Javier Ortiz —fallecido hace dos años—, colaborador del diario Público recientemente suprimido, publicó en el número del 7 de abril de 2008 un artículo sobre las corridas de toros, pero, por una vez, no desde el sufrimiento de los animales, sino directamente desde el comportamiento de los hombres. Por lo pronto los exime de saña, al escribir: “los partidarios de la tauromaquia afirman que ellos no disfrutan con el acoso, burla y muerte de los animales. Y yo estoy convencido de que dicen la verdad”. Por lo demás, en el instante en que la compasión obedeciese a un precepto moral imperativo se aniquilaría. Certeramente habla Ortiz de abstracción del sufrimiento como lo que permite a los toreros actuar y a los espectadores admirar. Pero ¿que admiran? “Una constante exhibición y exaltación de actitudes y poses machistas”, nos dice Ortiz. “Los lances y desplantes de los toreros responden a una estética chulesca que no ignoro que hay quien admira (…) pero que se vincula de manera chirriante a una concepción de la virilidad” La referencia a los “desplantes” me parece central; el ahí queda eso me parece el paradigma del alma-hecha-gesto de la españolez. Así la corrida de toros revela la inclinación gestual del alma de los españoles, tantas veces gesteros en el café, gesticulantes en la plaza. Mi ferviente deseo de que los toros desaparezcan de una vez no es por compasión de los animales, sino por vergüenza de los hombres.»

    (Rafael Sánchez-Ferlosio, «Patrimonio de la Humanidad», 5 de agosto de 2012, enlace: http://elpais.com/elpais/2012/08/03/opinion/1344016812_971199.html)

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    1. Está claro que las fiestas tienen su propio momento que, a veces, no tiene porqué coincidir con el tuyo. Soy sanferminzale acérrimo, desde txiki, he vivido la fiesta en todas sus facetas, desde la familia, con las tradiciones, haciéndome sentir la ciudad; desde el descubrimiento de uno mismo, rompiendo las reglas que te habían enseñado y sintiéndome diferente con quiénes había roto las reglas; desde el trabajo detrás de la barra, descubriendo la belleza y la miseria de la propia fiesta; y desde hace años, cada vez más, pues es el ritmo natural, recordando a quienes ya no están entre nosotros.

      Llegado a este momento vivo la fiesta con tranquilidad. Con tranquilidad en el sentido de que no tengo que dar una serie de pasos para vivirla plenamente y con emoción al descubrir, todavía, y me siento afortunado de ello, aspectos diferentes de la fiesta. Mi propia manera de ser me hace sufrir también la fiesta al ver en lo que se está convirtiendo. Y no digo que la fiesta no tiene que cambiar, porque eso sería ridículo, pero me niego a que nos la cambien a la fuerza. La fiesta cambia y debe cambiar, porque es su propio destino, pero este cambio no puede ser, de ninguna de las maneras, fruto de unas estrategias políticas, o partidistas, o particulares, totalmente calculadas. O quizás si. Quizás el propio cambio de la fiesta viene dado por muchos factores, entre ellos estas estrategias anti-fiesta y anti-ciudadanas que alimentan otras estrategias en favor de la fiesta.

      En cuanto a los toros… tuve unos años que participaba en el espectáculo de Sol, con las peñas, y desde la contradicción, siempre desde la contradicción. En los últimos años casi he dejado de ir, este año el día siete, para cumplir el ritual, pero, aún a riesgo de molestar y sin querer faltar a nadie, creo que hace tiempo que el espectáculo de Sol ha dejado de serlo para convertirse en un número más o menos apañado y sabido de antemano. O quizás solo es que, para mi, personalmente, ese tiempo ha pasado y es el momento de otros en Sol. De todos modos creo que se acerca el tiempo de discurrir y pensar alternativas reales a la tarde de sanfermines y me alegra que las propias peñas son conscientes de ello y parte de ese nuevo debate que más pronto que tarde se dará en Iruñea.

      A modo de curiosidad siempre he pensado que Sol en la Plaza de toros de Iruñea debe ser lo más parecido al ambiente que existía en un circo romano. Porque al fin y al cabo de eso se trata, de un circo grandioso.

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      1. Ederki, bai. Erabat ados. Sí, el momento de uno no siempre coincide con la fiesta de todos. Y tampoco quiero ser aguafiestas, porque cualquier fiesta, cualquier evento, siempre puede albergar una sorpresa en nuestras vidas. No obstante, el riesgo es que el circo del Sol sea perpetuo, que la fiesta se convierta en una marca registrada y esponsorizada, en un recurso más de la sociedad del espectáculo -a lo Debord-. Aún y todo, de lo poco que vi, me queda un recuerdo grato de la Mari en el concierto de Chambao. No todo es negativo entre los fules y trileros de estas tierras.

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      2. Es evidente que cada situación, por muchas veces que la hayamos vivido, siempre es nueva, pero es verdad que hay peligro en estandarizar la fiesta. Quien más quien menos tiene unas pautas en la fiesta ya vivida, lo que no quiere decir que no haya espacio para la improvisación o las sorpresas.

        Mi reflexión tampoco la considero aguafiestas, ya lo digo en un principio, me gustan estas fiestas, con lo bueno y con lo malo y es más, considero que el momento que estamos viviendo, que la propia fiesta está viviendo, es la idónea para hacer una reflexión personal y sobre todo comunitaria en torno a los Sanfermines y la dirección que están tomando.

        Un placer reflexionar contigo.

        Dani

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